Han pasado 13 años desde el arribo de Hugo Chávez al poder y son más de una decena de comicios que se han realizado bajo su mandato y en casi ninguno los resultados han dejado buen sabor de boca ni a los propios venezolanos ni a muchos países que han observado in situ y de lejos estos procesos.
Estoy convencido de que el 7 de octubre será una fecha definitiva para mi país, que ha estado dominado por un gobierno que, aunque fue escogido democráticamente, su permanencia se ha logrado por las maniobras de un gobierno tiránico que se ha apoderado de todos los sectores públicos y muchos privados, a los que domina a su antojo.
En esta década todas las elecciones realizadas en Venezuela han sido duramente criticadas porque ya no es un secreto que Chávez controla la data electoral (electrónicamente) y la voluntad de miles de colombianos, chinos y cubanos que han sido comprados para favorecer con su voto al mandatario y hacerlo permanecer “ democráticamente” en el poder para siempre.
Si la oposición ha sido o no cómplice o mejor dicho permisiva por acción u omisión, creo que ha llegado el momento en que deben ponerse los pantalones y le muestren al país que es necesario que se borre cualquier duda y que si verdaderamente los oficialistas son mayoría, que se demuestre en unas elecciones manuales.
Será una gran victoria para el pueblo venezolano que luego que se den a conocer los resultados electrónicos el 7 de octubre y se cotejen manualmente y por casualidad llegue a producirse aunque sea una pequeña diferencia el candidato opositor debe hacer valer y exigir sin medias tintas total transparencia y por ende, desmontar cualquier acto de magia de esos con los que acostumbra Hugo Chávez prolongarse electoralmente en los comicios venezolanos.
Quien resulte ser el contrincante de Hugo Chávez en esos comicios presidenciales tiene un gran reto por delante y una misión clara, que es evitar que el país forje su futuro en las urnas, pero no precisamente electorales sino en una guerra civil.
Ese candidato unitario debe hacer respetar el voto de cada urna electoral y desenmascarar a Chávez y sus secuaces a quienes hasta el sol de hoy se les ha permitido controlar todo y sin freno alguno. Llegó el momento ya que en la vida todo tiene su fin, ya que nada es eterno, solo la misericordia de Dios, como decía la abuela de mi esposa.
Si el candidato opositor no se hace respetar nada quedará y costará reunir fuerzas alrededor de otro opositor para una nueva batalla que quizás nunca llegue.
Creo que este sentimiento lo comparten muchos compatriotas que creen que el candidato opositor probablemente tendrá que hacer uso de su poder de convocatoria para llamar , de ser necesario, a la disidencia para que salga a las calles a cobrar su voto.
Ya es hora de que un líder demuestre que los opositores al chavismo tienen voz y que unida puede gritarle al mundo entero que Hugo Chávez ya es ilegítimo y la mejor manera de demostrarlo es exigiendo el conteo manual de los votos.
No quiero que confundan mi deseo o el de cualquier opositor con lo que el gobierno pueda describir como una exhortación a golpe de estado; al contrario, lo que quisiera es que en la medida de lo posible los líderes opositores, no solo el candidato, sino todo aquel que esté de este lado de la acera, exija el cumplimiento de la carta magna y se haga efectivo el artículo 350 de la Constitución venezolana que habla de la desobediencia civil, con el propósito de que Chávez se vea en la obligación de hacer ese conteo manual y desmontar los rumores o suposiciones de la trampa electrónica.
Alejandro Marcano Santelli
Saturday, February 11, 2012
Wednesday, February 1, 2012
Apocalipsis chavista
Millones de personas, entre ellas mis compatriotas venezolanos, esperan o creen que durante el presente año se acabará el mundo, según la interpretación de una profecía maya que indica que el 21 de diciembre dejaremos de existir.
Yo estoy seguro de que algún día poblados enteros o países desaparecerán de la faz de la tierra, por diversas causas, celestiales o humanas, y en particular creo que en mi tierra natal, Venezuela, la devastación puede llegar definitivamente el 7 de octubre.
Esa fecha, cuando están pautadas las elecciones presidenciales, significará mucho sobre todo para casi la mitad del país, o dicho en números, cerca de 15 millones de personas que desde 1998, cuando
Chávez asumió el poder, han esperado una señal apocalíptica que les indique el momento del epílogo de un país asfixiado por una revolución socialista que desde sus inicios comenzó a acabar con todo y que de ganar los próximos comicios perpetuará la destrucción del dictador por una eternidad. Ese grupo de venezolanos opositores, que según las encuestas alcanza un 49 %, está convencido de que si gana el presidente Chávez, no habrá más oportunidad para el crecimiento de los suyos, (negocios, familia, estudios), y que lo que se vivirá en las calles de Venezuela será la pérdida de los pocos espacios democráticos que el gobierno chavista ha permitido subsistir estos 13 años. Para los empresarios antichavistas, será el fin de sus empresas. A estos, no sólo les han quitado los dólares para sus exportaciones e importaciones.
A la gran mayoría, maltratada por años, le impedirán cualquier tipo de privilegios, incluso sacar del país sus dividendos y los obligarán a mantenerlos en Venezuela, donde como es sabido, la banca está bajo control del oficialismo, por lo que obviamente el dinero proveniente de sus ganancias será prácticamente de Hugo Chávez y se manejará a su antojo. Los dueños de medios impresos, radiales y televisivos tendrán que entregar el mando oficialmente al gobierno, ya que ni la autocensura les servirá para mantenerse a flote. Los colegios privados, que son mayoría en esa nación, perderán terreno y tirarán la toalla y en ese apocalipsis chavista sólo destacará la obra del comandante Hugo Chávez e incluso los textos escolares serán modificados y la historia cambiada para favorecer la aprobación de la revolución del siglo XXI en las futuras generaciones .
Las familias también terminarán de ser destruidas en este apocalipsis chavista, ya que muchos de sus miembros seguirán huyendo de la inseguridad, desempleo y la falta de oportunidades de ese país sudamericano y muchos tomarán rumbo incierto a cualquier destino del planeta, y quizás sea la última vez que muchos le vean las caras a sus seres más queridos, por lo menos en esta vida. Los profesionales en general verán acabadas las posibilidades reales de ejercicio y se replantearán nuevas formas de vivir o sobrevivir a esa hecatombe política.
La salud será uno de los grandes y más graves problemas de esa nación y cualquier simple enfermedad pudiera terminar en una pandemia ya que los médicos desde hace rato han huido y los pocos que quedan, que para garantizar que no sigan emigrando, el gobierno chavista les niega ahora la entrega de sus títulos universitarios, para que no puedan revalidarlos en el exterior y se vean así obligados a realizar su ejercicio profesional en Venezuela. Estos galenos verán contadas las horas para seguir en su profesión ya que la mayoría no soporta que por la ineficacia de la revolución, no haya ni jeringas ni alcohol o simplemente algún calmante.
Los líderes opositores tendrán que pasar a la clandestinidad y su lucha no será fácil, pero si trabajan unidos podrán sumar más voluntades para que algún día hagan resurgir de las cenizas a la nueva Venezuela luego de tanta destrucción. No puedo olvidarme de la otra mitad del país, ese 51 por ciento de venezolanos que está hoy con Chávez. Ellos también acabarán arrastrados y sufrirán los mismos males que el resto de sus compatriotas. Se verán afectados por la mismas carencias y miserias y también serán víctimas de la hecatombe chavista.
Chávez asumió el poder, han esperado una señal apocalíptica que les indique el momento del epílogo de un país asfixiado por una revolución socialista que desde sus inicios comenzó a acabar con todo y que de ganar los próximos comicios perpetuará la destrucción del dictador por una eternidad. Ese grupo de venezolanos opositores, que según las encuestas alcanza un 49 %, está convencido de que si gana el presidente Chávez, no habrá más oportunidad para el crecimiento de los suyos, (negocios, familia, estudios), y que lo que se vivirá en las calles de Venezuela será la pérdida de los pocos espacios democráticos que el gobierno chavista ha permitido subsistir estos 13 años. Para los empresarios antichavistas, será el fin de sus empresas. A estos, no sólo les han quitado los dólares para sus exportaciones e importaciones.
A la gran mayoría, maltratada por años, le impedirán cualquier tipo de privilegios, incluso sacar del país sus dividendos y los obligarán a mantenerlos en Venezuela, donde como es sabido, la banca está bajo control del oficialismo, por lo que obviamente el dinero proveniente de sus ganancias será prácticamente de Hugo Chávez y se manejará a su antojo. Los dueños de medios impresos, radiales y televisivos tendrán que entregar el mando oficialmente al gobierno, ya que ni la autocensura les servirá para mantenerse a flote. Los colegios privados, que son mayoría en esa nación, perderán terreno y tirarán la toalla y en ese apocalipsis chavista sólo destacará la obra del comandante Hugo Chávez e incluso los textos escolares serán modificados y la historia cambiada para favorecer la aprobación de la revolución del siglo XXI en las futuras generaciones .
Las familias también terminarán de ser destruidas en este apocalipsis chavista, ya que muchos de sus miembros seguirán huyendo de la inseguridad, desempleo y la falta de oportunidades de ese país sudamericano y muchos tomarán rumbo incierto a cualquier destino del planeta, y quizás sea la última vez que muchos le vean las caras a sus seres más queridos, por lo menos en esta vida. Los profesionales en general verán acabadas las posibilidades reales de ejercicio y se replantearán nuevas formas de vivir o sobrevivir a esa hecatombe política.
La salud será uno de los grandes y más graves problemas de esa nación y cualquier simple enfermedad pudiera terminar en una pandemia ya que los médicos desde hace rato han huido y los pocos que quedan, que para garantizar que no sigan emigrando, el gobierno chavista les niega ahora la entrega de sus títulos universitarios, para que no puedan revalidarlos en el exterior y se vean así obligados a realizar su ejercicio profesional en Venezuela. Estos galenos verán contadas las horas para seguir en su profesión ya que la mayoría no soporta que por la ineficacia de la revolución, no haya ni jeringas ni alcohol o simplemente algún calmante.
Los líderes opositores tendrán que pasar a la clandestinidad y su lucha no será fácil, pero si trabajan unidos podrán sumar más voluntades para que algún día hagan resurgir de las cenizas a la nueva Venezuela luego de tanta destrucción. No puedo olvidarme de la otra mitad del país, ese 51 por ciento de venezolanos que está hoy con Chávez. Ellos también acabarán arrastrados y sufrirán los mismos males que el resto de sus compatriotas. Se verán afectados por la mismas carencias y miserias y también serán víctimas de la hecatombe chavista.
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